El día empezó bien, como un domingo normal, de esos que solamente son.  La mañana tibia, con un ligero toque amargo por el día anterior.

La noche previa había movido el colchón de la cama al cuarto de la sala, como lo hago de costumbre cuando sé que no podré conciliar el sueño de manera sencilla. De esas noches que escuchas tus propios pensamientos como si te estuvieran gritando, donde la mente tiene velocidad propia y conoce puros caminos de ruta curiosa.

Eventualmente logré dormir, una hora antes de que el sol saliera, la cual fue al parecer una venta para poder cerrar los ojos y pelear una última vez. Al despertar y empezar el día que realmente no quería tener, empecé a hacer lo que le llamó , «la purga emocional«,  la cual corresponde a actos positivos de menor a gran escala,  uno seguido del otro.

Me pare, moví el colchón nuevamente de la sala al cuarto,  ordené las mesas, salí al patio a regar las plantas que tanto pedían por un cariño, saque la basura, limpie la cocina y bueno se pudiera decir que ya existía un orden. Sin embargo, termina siendo como cuando te planchas solo una parte del cabello, la de enfrente, la que se ve y dejas un cagadero atrás.

Ese sentimiento de superficialidad que no te llena al ciento por ciento porque sencillamente sabes que lo puedes hacer mejor.

Acto seguido, me dirijo a la lavandería, agarró la escoba, el trapeador y el cloro más fuerte que pude encontrar, tomé la pendejada del drenaje que parece lejía y proseguí a terminar la primera fase de esta “purga emocional” de la mejor manera.

Para mí la idea limpiar engloba eliminar cualquier rastro de emociones existenciales que dominaron la noche previa. Realmente no había una causa, simplemente fueron de esas noches que sigues al conejo dentro de su madriguera y terminas como Alicia, en un mundo de fantasía.

Regresando al día y completando esa limpieza exhaustiva, puedo decir que el objetivo se había cumplido. Posteriormente me tomé dos minutos a disfrutar,  me senté a contemplar este estado de tanta plenitud. Ya no se si ese momento de satisfacción o relajación total es gracias a la forma exhaustiva de hacerlo o por tener una danza entre diferentes químicos de limpieza que apuntan directamente a tu cara por tiempos prolongados.

Realmente me vale madre la razón, pero solo puedo decir que no lo cambio por nada. Proseguí con el día, me bañé e inicié la fase dos.

Es momento de una actividad humana, fui a comer con mi abuela, platicamos, convivimos y se disfrutó de ambas partes unas buenas horas. Al salir de ahí y con la mirada puesta en lo que sigue, digamos que mi estado emocional se giró más fácil que una tortilla en un puesto de tacos a las 1:30 am en un fin de semana en plena quincena.

Todo tuvo origen en algo tan sencillo como darle el paso a alguien que andaba enfrente, francamente no es algo fuera de lo común en mi actividad, pero hubo algo diferente en ese momento. Digamos que no esperaba para nada una respuesta amable, porque realmente las personas últimamente no están al cien por ciento en su capacidad humana.  

Pero en esa mirada medio me perdí, se ve que estaba haciendo un poco de ejercicio, corriendo como cualquier persona con un plan de domingo. Recuerdo que traía audífonos, por lo que hice un poco fuerte la señal de pase, no se si la risa fue por mi cara de exageración, como si de alguna forma los audífonos impidieron su campo visual.

Bajó su mirada, la volvió a subir y vuelve a suceder, una sonrisa medio tímida pero llena,  confirmando la primera señal que hice para que pasará… Yo tímidamente confirmó,  sonriendo de vuelta y puedo decir que por un breve momento sentí que todo estaba bien, como si de cierta forma y en este increíble calor estuviera flotando un poco de nieve, algo estático.

Realmente no creo en nada a primeras vistas, creo que todo es más complejo que una sola impresión, pero sí creo en el poder de que las sonrisas honestas cambian todo.  

Los dos tímidos retiramos las miradas y seguimos enfocados en nuestros caminos, diga que el evento no figura para trascender en lo absoluto. Lo que me impacta, es que algo tan sencillo como una sonrisa bien dada, pueda cambiar un día tan complejo.

No me pude quitar esa alegría en todo el día,  y desde ahí a dónde iba… iba sonriendo otra vez, como si me hubieran dado un electroshock.

Todo el resto del día mantuve una cara de alegría pendeja y sonriendo a cualquier persona que me pudiera cruzar. Creo que todos tenemos días que necesitamos una sonrisa así y esta genial que cuando tengamos la capacidad de sonreírle al mundo, se haga, no sabes qué día vas a terminar necesitando una.

Por eso hoy comprobé muy alegremente que sonrisa mata carita.  

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