Esas batallas de guerra emocional con sabor amargo.
Algo similar al sabor de una cerveza que dejaste en el carro, esa cerveza que trajiste paseando por tres meses cuando de repente un día recuerdas que existe y se te hace buena idea ir a buscarla.
Bueno, exactamente con ese sabor amargo pero necesario.
Quisiera confesar que pareciera que me encantan ese tipo de victorias, casi encasillándome como parte de esas personas que deciden no abandonar nunca el campo de batalla. Siempre ir por el sí por que el no, ya lo tenemos.
Y la vedad es que no solo me encantan, me fascinan esas pequeñas victorias en donde das todo, donde te caes y partes la madre mas de tres veces por que sabes que la victoria debe de ser tuya.
Más de una vez me he topado con el dicho de «Para ganar la guerra, hay que perder ciertas batallas«; Bueno, yo creo que las batallas y las guerras se pueden ir muy al carajo.
Hoy por hoy, estoy hasta la madre de pelear en la guerra incorrecta, mejor me quedo con mis pequeñas victorias y le declaro la paz a mi enemigos.