Creo que el medir quién la tiene más grande en general no es un punto agradable de estar haciendo. Desde el momento en que tienes que medirte contra alguien en cualquier ámbito, sabes que estás viendo de abajo hacia arriba en vez de estar viendo hacia al lado.
Es normal caer en esto porque desde chicos nos han adoctrinado a estar en constante comparación con temas sociales, de educación, de inteligencia y hasta de actitudes y comportamientos. Es normal tener este tipo de comparativas que generan el desconfort colectivo de los que son observadores de una competencia invisible.
Juegos de poder en el tablero laboral donde las piezas somos nosotros y los movimientos que hacemos ni siquiera son propios. Si me preguntas, personalmente creo que es mucho desgaste, poca congruencia y solo terminan ganando los que nos pusieron en el tablero desde un inicio.
Lo que te tengo que decir es que, en el juego de medir «quién la tiene más grande«, prefiero perder y estar en paz, sabiendo que el mundo sigue girando y cada vez está más cabrón, como para andar valiendo madre por un juego invisible ocho horas al día, cinco veces a la semana.
– Yo por eso me doy de baja de estos juegos y me pongo a ver cómo puedo ayudar a ganar a los demás.
Si gana uno, ganamos todos, ¿no?