Lo que te tengo que decir es que me caga el “quejido mañanero”. Sí, te diré, entiendo que la gente no siempre tiene que estar positiva o de buen humor; entiendo que hay presiones más allá de un entendimiento superficial que te hacen levantarte suspirando uno que otro día.

– Lo entiendo, se entiende, te entendemos, pero rúmbale al payaso.

Viviendo en un mundo tan habitable, debemos entender que cuando convivimos con gente, principalmente en el mundo laboral, es algo más complejo que solo pensar en nosotros mismos. Es decir, nos vemos más de 8 horas al día, por cinco o seis días a la semana, y debemos entender que no es responsabilidad de los demás tu estado emocional.

Me caga el desquite emocional forzado en convivencias pequeñas que no requieren apoyo.

– Como esas reuniones familiares decembrinas donde, forzadamente, te hacían saludar a la tía que ves un día al año solo para que te diga que estabas más delgado/a el año anterior. (También, rúmbale al payaso, tía).

Lo que sí creo que es válido es dedicarte un espacio durante el día para calmar esa situación, o buscar ayuda para manejarla, sea cual sea su magnitud. Pero realmente debemos considerar que es una mamada llegar a molestar al otro antes de las 9 a.m.

Con cinco suspiros de desesperación, tres golpes en el escritorio y un grito callado, expresado por un ademán entre manos y gestos a nivel escritorio.

– Se vale mentar madres en silencio, agarrar una puñeta mental de 10 minutos, darte dos vueltas innecesarias por el perímetro de la oficina, prepararte un café cargado de esos que te harán enfrentar el mundo o leerte un libro de autoayuda para alivianarte sin necesidad de que el mundo se entere de lo que estás pasando. (Dile no a la rabieta vespertina antes de las 9 a.m.)

Lo que te tengo que decir es que suspira sin problema; estás y estamos en toda la libertad de hacerlo, pero dale suave si estás con la misma gente de todos los días. Yo sé que cada quien, con sus cubas, pero si te quieres aventar las tuyas sin mirar para al lado, te das una caminadita y regresas, y listo.

– Se vale suspirar, se vale el enojo, se vale la queja, pero no se vale que te conviertas en eso. (No solo por los demás, también por ti).

Yo por eso mejor le cambio de rola, que el payaso y yo ya andamos rumbeando en vez de molestar a 20 con mi rabieta mañanera

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