Desde que pisamos este planeta llegamos con equipaje, llegamos con regalos, llegamos con problemas y con predisposiciones, listos para empezar la siguiente etapa de nuestra inexplicable existencia; Listos para romper ciclos, o solamente para crecer y prepararnos para el siguiente viaje.
En lo personal creo que unos llegan con más cosas que otros, que unas personas llegan con una maleta más bonita, con un regalo más brilloso, otras llegan con nada o con una bolsa que envuelve todo con el fin de no encontrar nada al buscar adentro. Como cuando pierdes las llaves dentro de tu carro o de tu bolsa, simplemente sabiendo que están ahí, pero te toma unos buenos tres minutos y medio el encontrarlas.
Un día me quede viendo a mi madre en esta dinámica de buscar y encontrar, daba aproximadamente 3 minutos y medio en lograr ubicar sus llaves para abrir la puerta, llena de desesperación y enojo al saber que están ahí, pero de alguna cierta forma perdidas.
Una semana después, la vi que tenía un llavero que conectaba directamente la correa café de su bolsa con las llaves, y me quede pensado… que padre sería tener un llavero ligado a las cosas que nos hacen ser, como el sentir, el expresar, el saber actuar para que cuando lleguen momentos complicados podamos encontrar rápidamente la mejor forma de hacerlo, sin explotar dentro de esos cruciales tres minutos y medio.
Verán, para mi sería lo mejor que me pudiera pasar, siempre he pecado de ser impulsivo, por lo que esos tres minutos y medio de buscar y encontrar la mejor forma de actuar terminan siendo definitivos para muchas cosas, como cuando fui a comprar semillas de girasol, y terminé sembrando nopales.
Hace poco leía que “Escuchar da más frutos que hablar, porque tenemos dos orejas y solo una boca para oír mucho y hablar poco” ¿Dónde estaba ese refrán cuando lo ocupaba? Soy de las personas que habla, pero habla a veces de mas, a veces sin pensar, a veces sintiendo todo.
Soy de esas personas que definitivamente no encuentra las llaves, que no tiene un llavero personal y que esos tres minutos y medio logran convertirse en tres días y medio de reparar personas, reparar momentos y regatearle al tiempo para que me dé chance de regresar. Nunca pasa, no se puede regresar lo que dices, no se pueden reparar muchas cosas.
Como esos tres meses que me la pase sembrando, esos tres meses de cuidar la semilla de girasol, que no le faltara agua, que no le faltara el sol, que tuviera todo lo que necesitara para darme cuenta de un día a otro, que esos tres meses de cuidado no me darían flores, sino una planta con más espinas que frutos.
Sigo queriendo a mi nopal, al final de cuentas, yo lo sembré, yo lo cuide y aunque no sea la planta más hermosa logre descubrir que a lo mejor se me da querer lo que nace con espinas, que no debo de ser tan duro porque no brilla igual que todas las demás plantas de mi jardín, que no necesita tanta agua, pero que aguanta mucho.
Creo que llegue al mundo pensado en ser un girasol, pero no está esta tan mal terminar como un nopal.